11 dic 2010

Muchas letras juntas I: Rey de la Colina, Dios de la Montaña







Y entonces te decides a luchar, no como un pensamiento o una concatenación de ideas poco productivas, sino como un reflejo más. Te lanzas, muerdes y rasgas la carne. Sientes en tus manos como destruyes la vida. No eres más que otra máquina de matar y amar.

Notas como la tensión engarrota tus miembros, como tu respiración se difumina ante lo que ven tus ojos. Eres tú. Detrás solo queda una pila de cuerpos que alguna vez también amaron y sintieron dolor, una batalla ganada de una guerra de antemano perdida y corazones rotos.

Entonces llega la paz, llega el regazo de tu mujer y las lágrimas de tus seres queridos. Todo se torna negro.
Ama lo que sientas tuyo. Mata lo que no te pertenezca ahora ni nunca.